Este es el relato de una familia que llega muy atrás y que aún continúa en una casa con tejado de pizarra levantada en un pueblecito alavés llamado Legarda.
Esta es la historia de una ciudad, Vitoria, que respiró a través de sus ciudadanos, que se hizo fuerte con aquellos que la defendieron y celebraron, con los que nunca quisieron otro lugar para vivir, aunque la vida les obligara a veces a ausentarse de sus calles y plazas.Pero también es el relato de una pareja que cosió con hilo de oro el amor familiar y la esperanza de las nuevas generaciones. Ambos se empeñaron en permanecer unidos hasta la perpetuidad, que todos los suyos tuvieran un lugar en el que reposar, pararse a pensar y sentirse parte de la gran familia que formaban. Ese lugar es una casa en mitad del campo vitoriano, un hogar donde se come y se ríe en familia, porque al fin y al cabo eso es lo importante, pertenecer y ser alguien dentro del núcleo, reconocer una historia propia, compartirla y mirar el futuro siempre desde las aguas tranquilas de la piscina que baña los sueños de un verano tras otro.
La casa de Legarda es el centro de reunión familiar, el espacio que les guardará por y para siempre
Unos se han ido, otros irán llegando, pero lo que todos saben es que están y estarán juntos, porque la casa familiar les guarda por y para siempre.
Deja una respuesta