Hoy os vamos a contar la historia de una fotografía que está considerada una joya testimonial del siglo XX. Se trata de una imagen tomada en 1950 en el pueblo extremeño de Deleitosa por Eugene Smith, uno de los padres del fotoperiodismo, excelente reportero de guerra y corresponsal de la revista «LIFE». La imagen se enmarcó dentro de un trabajo que este fotógrafo estadounidense desarrolló sobre la España franquista y que llevó por título «Spanish Village».
La historia cuenta que mientras Smith estaba en Deleitosa tuvo la oportunidad de ver un velatorio. Su primer impulso fue el de sacar la cámara de fotos para dejar constancia del momento, pero le pareció tan irrespetuoso que contuvo su ímpetu profesional y no llegó a apretar el botón. Entonces preguntó a uno de los hijos del fallecido si le parecía deshonroso que tomara una instantánea. Él consintió y Smith se coló en el velorio para fotografiar al difunto Juan Larra y el dolor de su familia.
Según relató Smith más tarde, Juan Larra murió de gangrena el 21 de junio de 1950 a los 75 años de edad. Durante el último año y medio permaneció convaleciente en la cama, pero tres meses antes de su muerte, estando solo en casa, quiso incorporarse, se cayó y se rompió una pierna. Estuvo ingresado en el hospital durante 20 días, hasta que sintió que el final estaba cerca y quiso regresar junto a los suyos. El fallecimiento tuvo lugar a las 4:30 de la madrugada y el funeral se celebró esa misma tarde, después de un breve velatorio, para evitar que la gangrena y el calor hicieran el ambiente irrespirable.

El reportaje sobre Deleitosa se publicó en la revista «LIFE» el 9 de abril de 1951 y se vendieron más de cinco millones de ejemplares. La serie fotográfica plasmaba la España profunda de los años 50, inmersa en la posguerra, aislada y consumida por la pobreza, el hambre y la falta de libertades. En Deleitosa, por entonces un municipio de 2.650 habitantes, Smith encontró un pueblo casi sin contacto con el progreso, sin teléfono, alcantarillado ni agua corriente. Su intención era la de «capturar la acción de la vida, su lado cómico, sus tragedias, en otras palabras, la vida tal como es». Desde entonces, «Spanish Village» (Pueblo español) está considerada como una de las obras maestras de la fotografía documental humanista.
«Spanish Village» refleja la España profunda de los años 50, en plena posguerra, consumida por la pobreza, el hambre y la falta de libertades
Pero la historia no acabó ahí. Cuando el reportaje vio la luz a través de la revista «LIFE», un californiano llamado Charles H. Calusdian vio la fotografía del velatorio y se encandiló de la muchacha que aparecía en el centro de la imagen. Se trataba de Josefa Larra Curiel (Deleitosa, 1932), nieta del difunto. Sin dudarlo, el norteamericano le escribió una carta en la que admiraba su belleza y le declaraba su amor.
Por entonces, Josefa tenía novio y no mostró interés, pero las cartas comenzaron a sucederse, y también empezaron a llegar perfumes, maquillajes, y cremas desde el otro lado del charco… Durante varios años, los deleitanos se mantuvieron expectantes y vivieron la aventura como si de una película hollywoodiense se tratara. Tomasa, madre de Josefa, insistió en que su hija conociera a aquel americano del que decían tenía un negocio y ¡hasta un coche!… Y Saquín, su pretendiente oficial, harto de habladurías y presa de los celos, acabó rompiendo el compromiso con la joven y emigrando a Alemania.
Finalmente, Josefa, asfixiada por la situación, abandonó el pueblo y se trasladó a Cataluña para trabajar en un hotel. Así se acabaron las cartas desde el otro lado del océano. Nunca más supo de él. En la actualidad, ambos viven. Uno, en Fresno (California), aquejado de Alzheimer. La otra, en Sant Feliu de Guíxols (Girona), con una memoria brillante. Charles contrajo matrimonio con una alemana de la que se separó nueve años después. Josefa nunca se casó.
Josefa nunca sabrá cómo hubiera sido su vida de no haberse llevado a cabo aquella fotografía
El poder de la imagen fue capaz de dar un giro de 180 grados en la vida de Josefa. Nunca sabrá la deleitana qué hubiera sido de su vida de no haberse llevado a cabo aquella fotografía. Quizás se hubiera casado con Saquín, quizás no hubiera abandonado Deleitosa… Pero como ella dice: «¿Qué hubiera hecho yo en California?». A estas alturas da igual, porque al final del camino le esperó una vida feliz y sin arrepentimientos. Y todo por una foto…
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