Aquí tenéis la vida de Comotú, una historia real de las muchas que recogemos cuando realizamos biografías familiares noveladas. Unas son alegres, otras tristes, pero todas han sucedido. Seguro que en vuestra familia también tenéis vuestras propias historias. De vosotros depende conservarlas para que no las devore el tiempo.

A finales de los años veinte del siglo pasado, Karrantza era un valle en el que sus habitantes se dedicaban a trabajar la tierra de sol a sol para sobrevivir. Sus vidas eran sencillas y funcionaban con la misma suerte, haciendo frente a las necesidades diarias y disfrutando de los logros que iban llegando. Labradores, gente de bien, con trabajos honrados y sin caprichos que estuvieran fuera de lugar.
Entre aquellas familias hubo una formada por Pedro, su esposa María, sus cinco hijos y un perro al que ingeniosamente llamaron «Comotú».
El animal era uno más de ellos, campaba a sus anchas de aquí para allá y se ganó el afecto de los lugareños por su carácter dócil y noble.
Jesús, vecino de un barrio próximo, tenía una tienda de ultramarinos y repartía pan con una camioneta. Por entonces no era habitual la circulación de vehículos en el valle, el perro se cruzó en su trayecto y lo golpeó sin querer.
En los años veinte, la presencia de vehículos en un valle como Karrantza era inusual
Al día siguiente regresó para interesarse por su estado y Pedro le dijo que había muerto. El panadero le mostró su pesar:
—Lo siento. ¿Cómo se llamaba? —dijo.
—Comotú —respondió Pedro.
—¿Como yo? ¡Pues ahora que sé que se llamaba como yo, aún me da más pena! —exclamó el ingenuo Jesús.
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