Ahora que se cumple el 80º aniversario del estallido de la Guerra Civil Española, rescatamos una fotografía que se hizo famosa años atrás y que durante muchos años ha estado envuelta en polémica.
Se trata de una imagen tomada por Hans Gutmann, un fotoperiodista alemán de la agencia EFE que estuvo entre los republicanos y que tiempo después se nacionalizó español y cambió su nombre por el de Juan Guzmán.
Siguiendo las anotaciones del autor, la agencia indica que se trata de una imagen tomada en Siétamo (Huesca) en agosto de 1936 y su protagonista es un sacerdote capturado por las fuerzas republicanas instantes antes de ser fusilado.
Según indicó el autor, la fotografía muestra a un valiente sacerdote minutos antes de ser fusilado
Mucho se ha escrito sobre la identidad de este cura. Hay quienes aseguran que se trata de Martín Martínez Pascual, nacido en un pueblo de Teruel en 1910 y ordenado sacerdote en 1935 tras pasar por los seminarios de Belchite y Zaragoza.
Los partidarios de esta versión defienden que el joven de 25 años se encontraba de vacaciones en Valdealgorfa, en casa de sus padres, cuando le sorprendió la persecución republicana hacia el clero católico. En los primeros días quiso esquivar la muerte escondiéndose en casa de unos parientes, en un pajar y en una cueva, pero al final se entregó para evitar represalias hacia su familia. Finalmente fue fusilado junto a otros curas en la tarde del 18 de agosto de 1936 y la Iglesia lo beatificó el 1 de octubre de 1995. Su santo se celebra el mismo 18 de agosto.
Dicen que quiso morir de frente en lugar de espaldas y que bendijo a sus verdugos
Supuestamente, la fotografía apareció no hace muchos años en el despacho de Pablo Domínguez, Decano de la Facultad de Teología de San Dámaso. La consiguió en un congreso en Moscú después de que le llamara la atención la actitud del condenado: «con los brazos en jarras, seguro y valiente». Dicen, incluso, que quiso morir de frente en lugar de espaldas y que bendijo a sus verdugos para que Dios no les tomara en cuenta la locura que iban a cometer.
Esta versión del cura guapo, bueno y valiente fotografiado antes de morir ha conseguido captar la atención del público durante décadas y su imagen ha servido para ilustrar numerosos artículos, estampitas y hasta la portada de un libro sobre los mártires de la Guerra Civil. Pero hay otra teoría que desmonta la anterior apoyándose en los datos facilitados por el propio fotógrafo alemán, que indicó que la imagen estaba tomada en Siétamo. Sin embargo, Martínez fue fusilado en su pueblo natal, a más de 200 kilómetros de distancia.
La versión del cura atractivo, sonriente, seguro y valiente ha conseguido captar la atención del público durante décadas
En este punto hay quienes afirman que la identidad del fotografiado corresponde a Julio Bescós, párroco de Antillón (Huesca), que fue fusilado el 24 de agosto de 1936 en una carretera de esta localidad, a pocos kilómetros de Siétamo. Además, el retratado tiene muy poco o nada de parecido con Martín, que ni tenía los ojos azules ni lucía rizos.
Por último, existe una tercera opinión que echa por tierra las dos anteriores. En concreto, dice que los rasgos físicos del individuo no son propios de un aragonés; que por aquel entonces ningún cura español lucía barba, y que si se la dejó crecer durante su huida y apresamiento estaba demasiado arreglada. Esta versión va más allá al negar que fuera cura y que se trató de una invención de Hans Gutmann. En este supuesto, no cabe duda de que una fotografía con el pie de foto «sacerdote capturado por las fuerzas republicanas instantes antes de ser fusilado«, era mucho más vendible que el de un simple joven en medio de la contienda.
El sacerdote Martín Martínez no tenía los ojos claros ni el pelo rizado y en aquella época ningún cura lucía barba
MISTERIO RESUELTO
Olvida todo lo que has leído hasta ahora porque 80 años después de realizar la fotografía, el misterio se ha resuelto. El libro «Live souls: fotos inèdites de la Guerra Civil» de reciente publicación incluye fotografías desconocidas de la guerra tomadas por el voluntario inglés Alec Wainman. Entre todas esas imágenes aparece una (pincha en este enlace para verla) en la que sale fotografiado el mismo individuo el 23 de septiembre de 1936 en el sitio de Huesca. Viste mono miliciano, lleva una cartuchera en la cintura y luce los mismos rizos, barba y sonrisa que en la fotografía de la polémica. Se trata, por tanto, de un miliciano comunista y no de un cura en los momentos previos a su fusilamiento.
Llegados a este punto, solo podemos concluir que Hans Gutmann se equivocó al datar la fotografía. Información traspapelada, confusión de carretes, lapsus en la memoria… cualquiera pudo ser el motivo que dio lugar a aquel pie de foto erróneo y que convirtió a un joven anónimo en icono de la contienda.
El joven anónimo resultó ser un miliciano comunista, pero el fotógrafo dató mal el negativo
Lejos de adulterar la realidad para conseguir fines secundarios, este es otro ejemplo de la conveniencia de identificar y documentar las imágenes de forma correcta. De otro modo puede que te encuentres con situaciones parecidas en tu archivo familiar o empresarial, casos en los que guardes fotos de personas que ni siquiera sabes quiénes son. Parientes cercanos o lejanos, amistades, vecinos, personas que un día tuvieron algo que ver en las vidas de tus padres y tus abuelos y que 40, 60 u 80 años después representan toda una incógnita para ti.
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