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Goya Foods: el sueño americano de un burgalés

Entre mediados del siglo XIX y buena parte del XX muchos jóvenes de las provincias del norte emigraron a tierras americanas soñando con hacer fortuna, pero lo cierto es que apenas un cinco por ciento consiguió triunfar. La mayoría de ellos acabó llevando una vida de privaciones y miseria mucho peor incluso que en su propia región de origen.

La historia siempre recuerda a los que hicieron dinero, a quienes regresaron para edificar grandes mansiones, presumir de riquezas y deslumbrar a sus vecinos, sin embargo nada hay escrito sobre quienes emigraron, fracasaron y ni siquiera tuvieron dinero para regresar a casa. Seguro que entre tus antepasados hubo alguien que una vez se marchó a «hacer las Américas» y poco o nada más se supo de él. Un tío abuelo o un primo lejano que viajó con una pequeña maleta de cartón, envió alguna fotografía desde tierras exóticas y dejó de tener contacto con la familia. Es probable que ese pariente se casara allí y que hoy en día conserves familia lejana en algún país centroamericano o sudamericano. Intenta rescatar su historia del anonimato, pregunta a las personas mayores que te rodean qué es lo que saben de él, porque aunque no volviera cargado de oro, seguro que tiene una vida digna de ser recordada.

La historia siempre recuerda a los emigrantes que hicieron fortuna, pero la mayoría de ellos marchó para «hacer las Américas» y nunca triunfó

Entretanto rescatáis a todos esos emigrantes anónimos cuyas biografías se deberían recopilar, os vamos a contar la historia de uno de ellos que sí hizo fortuna. Hemos escogido a este indiano de origen menés porque mientras la mayoría se inclinó por emigrar a México, Cuba y otros países del centro o del sur de América, este lo hizo a Estados Unidos, un destino menos habitual en el que acabó creando un imperio que a día de hoy mantienen sus herederos.

Prudencio Unanue Ortiz nació en el Valle de Mena el 6 de abril de 1886 y con 17 años emigró como muchos otros jóvenes de su época buscando hacer fortuna en países iberoamericanos. Él eligió Puerto Rico, donde abrió un pequeño negocio de distribución de alimentos y conoció a Carolina del Casal Valdés. La muchacha había nacido 1890, era hija de un emigrante de Caldas de Reyes (Pontevedra) y vivía en la localidad de San Lorenzo.

Prudencio Unanue emigró a Puerto Rico, pero una década después se trasladó a Nueva York para llevar a cabo su propio «sueño americano»

Unanue permaneció en la isla caribeña durante una década y luego se trasladó a Nueva York para estudiar inglés y matricularse en la escuela de negocios Albany. Cuando completó su formación en 1921 regresó a Puerto Rico para casarse con Carolina. Ambos vivieron allí durante un año hasta que finalmente se mudaron a Brooklyn, donde Prudencio trabajó como agente comercial para empresas españolas con inversiones en el país. Allí nacieron sus hijos Anthony, Joseph Andrew y Francisco entre 1923 y 1931.

Durante sus estancia en Norteamérica, el menés no dejó de añorar los sabores y olores de la cocina casera de su tierra y se percató de la dificultad para conseguir alimentos latinos. Fue entonces cuando se aventuró a abrir un negocio que abasteciera a ese sector de la población inmigrante que no dejaba de crecer.

La comunidad hispana de Nueva York añoraba los sabores y olores de la cocina de su tierra y Prudencio vio en aquello una oportunidad de negocio

En 1936 fundó Unanue Inc. y abrió un pequeño almacén en el número 36 de la calle Duane, en el sur de Manhattan, en el que comenzó a importar condimentos españoles, aceite de oliva y aceitunas con los que proveía a tiendas de barrio y pequeños supermercados. Sin embargo, la Guerra Civil española dio un vuelco a la economía del país y por extensión a la de la empresa familiar, que vio interrumpido el suministro y por consiguiente sus ganancias. Fue en ese momento cuando Prudencio comenzó a importar sardinas de una fábrica de conservas de Marruecos. Venían en latas en las que aparecía la palabra «Goya» y acabó comprándoles la denominación comercial por el precio de un dólar, ya que ese nombre era más fácil de pronunciar que el suyo y además se asociaba al del famoso pintor. Una década después llamaría a la compañía Unanue & Sons, y en 1961 la denominó Goya Foods, aunque llevaba usando ese nombre para sus productos desde 1936.

Durante las siguientes tres décadas, la compañía no dejó de florecer, abrió nuevas delegaciones y en 1958 incluso adquirió su primera fábrica en Brooklyn, donde comenzó a procesar sus propios alimentos, a enlatarlos y envasarlos.

La Guerra Civil española frenó el suministro y Unanue no tuvo otro remedio que comenzar a importar sardinas enlatadas desde Marruecos

La familia Unanue consiguió un estilo de vida acomodado llenando las despensas, refrigeradores y congeladores del creciente número de hogares hispanos de Estados Unidos. Prudencio envió a sus hijos a escuelas católicas de prestigio y trabajó mucho para que no les faltara de nada, pero cuando salían de clase les mandaba enlatar aceitunas a cambio de un dólar con el que se pagaban el transporte hasta la planta. Con el tiempo los tres aprenderían todas las facetas de la industria alimentaria, desde la compra hasta la distribución, pasando por los aspectos financieros y humanos.

En 1974, Goya Foods se trasladó a Secaucus, en Nueva Jersey, donde aún mantiene su sede principal y una fábrica, pero en los siguientes años hasta acabar el siglo XX abrió 26 plantas de fabricación y distribución en Estados Unidos, Puerto Rico, República Dominicana y España. En la actualidad, emplea a 3.000 personas de forma directa, comercializa 2.500 productos procedentes del Caribe, México, Centroamérica, Sudamérica y España, y factura más de mil millones de dólares al año.

Hoy en día Goya Foods emplea a 3.000 personas de forma directa y factura más de mil millones de dólares al año

Prudencio Unanue murió el 17 de marzo de 1976 y su esposa Carolina el 8 de septiembre de 1984. Ambos están enterrados en un panteón familiar situado en el cementerio Porta Coeli de Bayamón, en Puerto Rico, país en el que solían pasar los meses de invierno. Tras el fallecimiento del fundador, Joseph A. Unanue, que había heredado la perseverancia de su padre, asumió la presidencia y continuó con su expansión aprovechando la incesante ola de inmigrantes hispanos que llegaban a Estados Unidos.

En 2006, Goya Foods figuraba en el puesto número 355 de las mayores empresas privadas de Estados Unidos, según la clasificación de la revista Forbes, y en 2012 se unió a la iniciativa «My Plate» de la Primera Dama Michelle Obama para conseguir una alimentación saludable.

Se trata de la primera compañía hispana cuya historia se recoge en el Museo Nacional de Historia Americana

Hace una década también se convirtió en la primera compañía hispana con representación en el Museo Nacional de Historia Americana. De hecho, su sede de Washington conserva una colección de documentos que recogen la trayectoria de la empresa. Los materiales incluyen fotografías, calendarios, materiales de promoción de ventas, libros de cocina, recetas, cajas y etiquetas de latas y recortes de prensa. Asimismo también custodia imágenes de televisión y grabaciones de radio, documentación interna de sus fábricas, de las actividades sociales que organizaba para la comunidad y para sus empleados y sobre sus esfuerzos filantrópicos.

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