Vete a casa de tus padres. Abre el cajón en el que guardan las fotos familiares. Ahora busca, por ejemplo, una del día de su boda, una de esas en la que los novios aparecen radiantes en el centro de la imagen, rodeados de familiares y amigos. ¿Sabrías identificar a las personas retratadas? Seguro que ya has localizado a tus tíos, a tus abuelos e incluso a algún primo mayor que tú. Habéis mantenido una relación estrecha y os habéis visto a menudo, así que los has identificado por el parecido físico. Al fin y al cabo, aunque las personas envejezcamos, conservamos la peculiaridad de nuestros rasgos.
Bien, tienes localizados a gran parte de los presentes en la fotografía, pero siempre hay alguien que se te escapa: primos segundos, familiares de la rama política, amistades, vecinos… puede que no reconozcas ni a tus bisabuelos. Y vamos aún más allá, puede que ni siquiera sepas cómo se ganaban la vida, cómo era su casa o cómo se divertían. Y si sabes algo, lo sabes por encima… No estás obligado, ni tienes la culpa de ello, pero deberías pensar seriamente en poner remedio a esta situación, porque lo más probable es que si tú no te preocupas de conocer tus orígenes, y mucho menos de preservarlos, llegará el día en que sean tus biznietos quienes no te reconozcan a ti.
No te asustes. No te estamos insinuando que hagas una tesis familiar. Estamos sugiriendo que te sientes un par de tardes con tus padres, o con tus abuelos, o con esa persona de la familia a la que tanto aprecias, y que hables con ellos. Saca los álbumes familiares, hazles preguntas sobre su vida e indaga en sus recuerdos para conocerles mejor. Pregúntales por sus juegos de niñez, por sus noviazgos, por sus aventuras de mocedad o por su sacrificio en el trabajo. Descubrirás un lado diferente de esa persona, un estilo de vida que no conocías y que no volverá y, sobre todo, sabrás de dónde vienes y comprenderás quién eres.
No hace falta que te digamos lo feliz que vas a hacer a esa persona, especialmente si es de avanzada edad, cuando vea que alguien le presta atención, se interesa por ella y está dispuesto a escucharla. Y por experiencia también te diremos que aunque la idea no resulte muy atractiva ni sea el «planazo» en el que habías pensado para pasar la tarde, a la larga te resultará gratamente satisfactorio y te engancharás.
¿Por fin te has decidido a preservar la historia familiar? Vale, consideramos que has hecho lo correcto, así que no te vamos a dejar solo en la tarea y te vamos a echar una mano. Lo primero de todo es tener claro a quién vas a entrevistar, y cuando lo tengas decidido, deberás hacerle las preguntas individualmente, por ejemplo, si has pensado en hablar con tus abuelos, lo ideal sería que lo hicieras primero con uno y luego con el otro. Cuando hayas acabado y si lo consideras necesario, puede hacerles alguna entrevista conjunta.
¿Y qué les pregunto? Si no sabes por dónde empezar, novelame.com puede echarte una mano. Hemos elaborado una guía básica que te ayudará a ordenar los recuerdos y vivencias. Se trata de una batería de preguntas que siguen un orden lógico y cronológico para que ni tú ni la persona entrevistada acabéis mareados con fechas, nombres y anécdotas que luego no sabréis encajar.
Sólo tienes que descargar el documento, en el que además del cuestionario aparecen otras recomendaciones. La guía te sugiere una serie de preguntas imprescindibles para poder perfilar la vida de una persona, pero estas cuestiones pueden ser tantas como uno desee y las respuestas tan largas como lo permita la memoria del entrevistado. Al final de todo, quizá no obtengas un texto literario ni una obra de arte, pero al menos habrás conseguido pasar a limpio la crónica de su vida y plasmar el contexto histórico y etnográfico en el que nació, creció y maduró.
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Y ahora que estás en faena, un último consejo: graba las entrevistas en audio o en vídeo. Algún día tendrán un valor familiar incalculable.
Javier dice
Me parece muy buena idea. Me lo he descargado ya, espero sacar un rato estas navidades y ponerme a ello con mis padres.
admin dice
Nos alegramos Javier, es la excusa perfecta para sentarse un rato a charlar.