Dicen que el amor tiene múltiples formas y maneras. Lolín lo sabe bien. Desde el ‘txoritoki’ en el que vive en el centro de Bilbao observa ese cielo gris y azulado, escucha el bullir diario de su ciudad y mira atrás en las muchas imágenes que guarda de su larga vida.
Nació el mismo año que aquella cruenta guerra que acabaría separando a sus padres y robándole a ella la posibilidad de vivir con su cariño. Otro hogar bien distinto, el de su tía María y sus primas, la ayudó a crecer envuelta asimismo en amor y comodidades.Quizá lo más significativo es que aquella pequeña risueña y feliz, «lo más bonito del mundo» como escribían sus padres en sus cartas al exilio, ha sabido mantener la alegría y las ganas de vivir pese a las adversidades. Las que de niña no le permitieron elegir su destino y las que ya de adulta le obligaron a reinventarse una y otra vez para defender, ella sola, a sus cuatro hijos; la verdadera razón de su ser y existir.
Las cartas desde el exilio le recordaban el amor que le profesaba su padre
El tiempo ha pasado, pero si miras los ojos vidriosos de Lolín comprendes que no hay nada que un espíritu libre como el suyo no pueda vencer.
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